Se la recuerda como icono de la moda, pero su estilo y su elegancia inconfundible no fue una constante. Antes del famoso vestido de la venganza hubo conjuntos tímidos, discretos, que parecían tratar de pasar desapercibidos. La primera Diana, la apodada Shy (tímida) Di, la que creía que podría ser feliz junto al príncipe Carlos, no sobrevivió a los primeros años, apenas a los primeros meses de su matrimonio, y el mundo de la moda se lo agradecerá siempre. Rápidamente, antes de que los rumores de crisis acaparasen las páginas de las revistas, el icono de belleza, fuerza y magnetismo estético de Lady Di ya había hecho su aparición.

Uno tras otro fueron surgiendo sus mejores looks. Los vestidos abullonados y con caídas de vértigo, los tocados perfectos... y empezaron a llegar imágenes ahora míticas como la de su famoso baile con John Travolta, enfundada en un impresionante diseño de Victor Eldestein, o la de una magnífica Diana de Gales con paso firme y seguro, arrebatadora con un sensual vestido asimétrico de Cristina Stambolian, el mismo día en el que el príncipe Carlos iba a confesar su aventura con Camilla Parker.

Como piezas icónicas recordamos la enorme tiara de la reina Mary, hecha en 1914 y traspasada de generación en generación por las mujeres de la Familia Real. Diana la recibió en su boda, convirtiéndose más tarde en su favorita. Su nuera Catalina la lució el año pasado en una cena diplomática de gala. Cómo olvidar también otra joya que ha pasado a la siguiente generación: el anillo de pedida. Un gran zafiro rodeado de diamantes que, tras Diana, ha llevado hasta su boda la actual Duquesa de Cambridge.

Deborah P. Marrondán