Querido cuerpo, una carta escrita por una joven que sufrió anorexia

Una joven enferma de anorexia confiesa sus sentimientos en una carta

Imagen de unas jornadas contra la anorexia y la bulimia./JESÚS OCHANDO

Imagen de unas jornadas contra la anorexia y la bulimia./JESÚS OCHANDO

Hace tres años que la mente y el cuerpo de Sara (nombre ficticio) luchan en una batalla encarnizada contra la anorexia. Sus padres empezaron a sospechar "casi por casualidad" porque al principio la niña quería llevar una alimentación más sana, pero poco a poco dejó de comer carne y pescado para centrarse en las verduras. Acudieron al médico de cabecera, que los derivó a Salud Mental del Hospital Reina Sofía, donde comprobaron que era una niña anoréxica.

Hace poco, en una actividad con la psicóloga, escribió dos cartas en las que su cuerpo le habla a su mente sobre lo que está ocurriendo en ella y viceversa.

"Querido y maltratado cuerpo: llevo mucho tiempo torturándote y haciéndote sufrir sin motivo, odiando cada centímetro de tu piel, ideando formas de destrozarte cada día un poco más", comienza la carta que el alma de Sara -que tiene 15 años- escribe a su cuerpo y en la que le promete que "esto se ha acabado" y "empezaré a cuidarte y mimarte como te mereces, a darte lo que necesitas y a quererte".

La joven confiesa en el texto que es consciente de que habrá momentos en los que seguirá "odiando" a su cuerpo, pero se compromete a no actuar siguiendo dichos pensamientos. "Quiero empezar a entrenarte" con el fin de "ser fuerte y ágil para que puedas valerte por ti mismo sin depender de nadie".

Sara reconoce que ha hecho "muchas atrocidades" con su cuerpo, asegura en la carta, quiere compensarle su "insensatez siéndote fiel y justa, arropándote como una madre arropa a su hijo enfermo". "Siento todo lo que te he hecho pasar y las duras repercusiones que eso ha tenido sobre ti. Siento odiarte de tal manera y no poder darte el alma que te mereces. Lo siento tanto...", acaba la misiva firmada como "de tu humilde y desgarrada alma".

La segunda carta, más dura que la anterior, está escrita desde el punto de vista del cuerpo de Sara y dirigida precisamente a su "humilde y despiadada alma". "Me has maltratado, agredido, torturado, machacado y humillado y, aún así, quieres que te dé una segunda oportunidad", comienza el texto.

"Eres egoísta y sádica, como cualquier otra alma enferma, pero al no ser yo una de las tuyas, te concederé lo que deseas", manifiesta el cuerpo de Sara en la carta, en la que reconoce que no le queda otra opción porque "me encuentro a su merced". "Me prometes cosas bellas, aunque albergo mis dudas de que se lleguen a cumplir, me prometes sueños y vivencias que muchos años llevo sin sentir", continúa, e indica a su alma que pide "perdón un poco tarde" porque "mucho daño has hecho ya". Así, le hace un único ruego: "que cierta sea tu sinceridad". "Cumple las bellas cosas que me dices y yo te prometo volver a cambiar. Alma mía, luz de luna, dame un voto de bondad", concluye la carta firmada por un "humillado y dolido cuerpo".

Ésta es la forma en la que Sara narra sus sentimientos más íntimos en su larga y difícil convivencia con la anorexia. Ahora, tras más de tres años tratándose en el Hospital Reina Sofía, la familia está decidiendo si continuar en la sanidad pública o acudir a la privada para ver si los resultados son más tangibles y la niña avanza más en su lucha. La enfermedad "prácticamente ha destrozado" las relaciones familiares, asegura su padre, porque "es un sufrimiento muy largo y una gran tensión" que hace que los progenitores cometan algunos errores. "Esta enfermedad necesita mucha tranquilidad, calma y paciencia por parte de los padres y hay que pensar que las reacciones de la persona que la padece no son decisiones suyas sino que vienen empujadas por un estado mental", indica el padre de Sara, y asegura que "cuesta mucho trabajo entenderlo y actuar de otra forma", algo que "muchas veces no conseguimos, aunque cada vez lo logramos más". Sus compañeros de clase la han arropado mucho en este proceso, al igual que por sus profesores y la comunidad educativa.

Los padres de esta joven sospechan que el origen de este trastorno puede venir de las dificultades de integración que Sara tuvo cuando estuvo en otro colegio. Esto hizo que la niña "perdiese mucha confianza en sí misma". Tanto es así que el pasado año, cuando cursaba tercero de ESO, sacó sobresalientes en cada una de sus asignaturas y sin embargo "no consigue valorarse incluso con esos resultados", señala su padre.

Sara es "tremendamente consciente" de lo que le está pasando pero "dice siempre que es como si tuviese un demonio dentro, a otra persona", por lo tanto "hay momentos de lucidez en los que es ella y otros muchos de no lucidez en los que no es ella", agrega el progenitor. Durante la lucidez "intenta buscar la solución, cambiar para conseguir la curación" pero luego, en "otros momentos, que son largos, ya no es ella y no puede luchar". "Es algo muy complicado y doloroso", agrega.

Ángela Alba

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