L'Adorable Bel'-Boul' | Crítica

Impecable rescate escénico

L'Adorable Bel'-Boul' en el Espacio Turina.

L'Adorable Bel'-Boul' en el Espacio Turina. / Alexandra Filomena

Un paso importante el que ha dado el Espacio Turina al coproducir con el Festival della Valle d'Itria, que se celebra cada verano en Martina Franca, este rescate de una opereta olvidada de Massenet (hasta hace una década su partitura se pensaba perdida), una turquería en un acto con apenas siete números musicales, pero que bien ampliada con canciones del propio compositor francés convertidas en un adecuado y eficaz Prólogo y, sobre todo, dirigida escénicamente de manera admirable por Davide Garattini Raimondi, resultó un éxito rotundo en su presentación sevillana.

A partir de una sencilla pero sugestiva escenografía y de un vestuario que superaba con mucho lo que podría esperarse de una obrita pensada en principio para el consumo doméstico de aficionados, Garattini movió ágilmente a los personajes, aprovechó inteligentemente todo el espacio de la sala, incluidos el patio de butacas y los palcos sobre la escena, y supo orientar siempre a los cantantes hacia el gesto perfecto para cada línea de diálogo, lo mismo en las partes habladas que en las cantadas. La comicidad nunca fue estentórea ni vulgar, no provocó carcajadas, pero fue ganando minuto a minuto al público, porque estuvo al servicio del desarrollo teatral y musical de la obra y no al efecto ocasional.

Estupenda también la dirección desde el piano de Francisco Soriano para una obra que no plantea grandes dificultades a los intérpretes, pero que hay que saber servir con frescura, imaginación y un correcto conocimiento de los códigos estéticos de este tipo de operitas de salón decimonónicas, y de ello hubo mucho no sólo en las manos del pianista sevillano (y de los otros acompañantes: Romolo Saccomani como segundo pianista en la muy interesante obertura a cuatro manos; y el clarinetista Javier Albarrán y el trombonista Fernando León, poniendo puntuales acentos colorísticos a la acción), sino también en un elenco sobrado para su cometido. De él conviene destacar muy especialmente la belleza del timbre y la elegancia en la línea de la mezzo Helena Resurreiçao, soberbia cantante, la robustez del instrumento del bajo-barítono Eugenio M. Degiacomi, bien dotado para la opera buffa, el incisivo brillo en los agudos de la soprano Ronja Weyhenmeyer y la buena compostura de los dos tenores, Stefano Colucci en una tierna aria de enamorado cantada con buenas medias voces (aunque un poco apurado en los agudos finales) y Juan José Ramos, añadiendo a la vis cómica que pedía su papel un fraseo de exquisita naturalidad. El público, incomprensiblemente escaso para "Sevilla, ciudad de ópera" (ya me entienden) lo pasó en grande.

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