La lluvia en Sevilla

Cristo vive, y tiene Instagram

Si no sale en el HolyCards, comprendo que a muchos este cristo les choque en el cartel: he aquí su transgresión

Solo quedo yo por incordiarles con lo que opino del cristo que se ha armado, aquí voy. Lo reconozco, me quedé de un aire cuando vi el cartel. No porque me turbe la imagen de este resucitado capaz de resucitar a un muerto, sino aquella otra de los señores representantes del Consejo, junto al alcalde, descorriendo la tela de este dulce encuentro. Es el mundo al revés: desde el pasado sábado, apóstatas iconoclastas defienden a saco esta imagen del Señor (¡ay, si la Bizca y la Pinocha levantaran la cabeza!); mientras que, muchos de quienes llevan la cartera petada de estampas, reniegan de la del artista conocido como Salustiano. En pocos días he visto más cristos en las redes que en 25 años en Triana. Como siempre, Sevilla impele a escoger, a muerte, un bando. En desobediencia, yo me limito a gozar de esta fantasía.

Quizá, lo que de la imagen hiere a bastantes cofrades sevillanos –la mayoría poco sospechosos de vivir según la regla de San Ignacio, sino una frondosa religiosidad popular– es que no la reconocen ni se reconocen en ella: si no está en el HolyCards, este icono no les vale en el cartel; yo los comprendo. Puede que esta sea la auténtica provocación del pintor, que se redobla, además, con el hecho de haber escogido el pasaje de la Resurrección. Para la espiritualidad, el ciclo Vida-Muerte-Vida, presente hasta en las religiones más antiguas, es el verdadero aprendizaje; mas, en nuestra Semana Santa, la Resurrección da bajona porque, por mucho que mole ese giro de guion, es el final de un relato y unos días que preparamos y vivimos con una intensidad incomparable. La cultura popular representa en las calles de Sevilla su peculiar versión de una tragedia con dimensión mítica que no entra por las entendederas, sino por la epidermis. La lectura que desde fuera de Andalucía pueda hacerse de la polémica será sesgada, y emparentada con los traumas de esos autodenominados Abogados Cristianos, si no tiene presente la relación de este pueblo con sus iconos. Otrosí, sorprende que haya quien se sorprenda (o incluso niegue) del afeminamiento del cristo de Salustiano cuando –válgame Ortega y Gasset– el refinamiento de nuestros gestos, modales y figuras se caracteriza por un delicioso amaneramiento estético, “casi femenil”, diría el filósofo. Y a mucha honra. En cuanto a la sensualidad, nuestra Semana Santa lo es, mucho. Bien sabemos que lo espiritual nos entra cuerpo arriba.

Lo que me perturba no es el cuerpo de cristo, no la curva de su cadera, que para nuestro deleite está la del Cachorro. Es el gesto su santa faz, así, no sé, rollo selfi-chulón. Igual es solo cosa mía, pero a este Jesús me dan ganas de pedirle tabaco, en vez de la paz mundial. Cristo vive, y yo lo sigo en Instagram.

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