Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Jóvenes por algún futuro

El sistema democrático, casi hegemónico en nuestro entorno, es una certeza colectiva con los pies de barro, y hasta una especie en vías de extinción. Muchos medios se han hecho eco del barómetro de Open Society Foundations, cuyo fundador es el controvertido George Soros: con 36.000 sondeados en 30 países, la encuesta concluye que los menores de 36 años priorizan la seguridad a un sistema de libertades. Dicho así, no resulta tan revelador: la perspectiva de vivir crónicamente en la precariedad y la inestabilidad, ya independientes, y bien puede que tras una vida de familia mesocrática cuyos privilegios temen perder, los hace decantarse hacia la seguridad frente a la libertad: quién quiere elecciones una y otra vez sin tener acceso a una vivienda, aspirar a tener unos hijos que poder criar y mantener unos estándares de ocio que puedan costearse, parecen decirse.

Cabe afinar los datos. Si el 86% de los encuestados de toda edad quiere vivir en un Estado democrático, es, entre los jóvenes, un netamente inferior 57% el que tiene fe en tal forma institucional. Y, ojo, casi la mitad de ellos (un 42%) cree que una “dictadura militar” es sistema de gobierno factible. A mayor abundamiento, una tercera parte de los millennials y de los llamados de la Generación Z toleraría que su país tuviera un régimen civil, pero autoritario, donde el equilibrio de poderes entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial fuera cosa de sus padres. Y, ojo de nuevo: el sistema parlamentario se la trae al pairo a más de la mitad de los jóvenes encuestados. No hay datos sobre si, por ejemplo, un veinte o treintañero español preferiría trasladar aquí el régimen comucapitalista ruso o chino. Pero cabe deducir que no creen en la política vigente, que ajena les orbita.

O sea, los chavales y los jóvenes tardíos no creen en su casa grande tal como está concebida, ni en quienes son los presidentes rotatorios de la comunidad. “Dame una aristocracia, la de los mejores; evítame el mercadeo de los votos”. Les atrae a muchos un contundente Estado, y hasta una figura omnipotente que prometa el ave fénix a su nación, poderosa y única, xenófoba y nacionalista: un Putin o un ultrapatriota de terruño. Me niego a sumarme a los lamentos de no pocos baby boomers: “Nosotros sí que éramos jóvenes con principios, esfuerzo, respeto, valores”, etc. Es olvidadizo, melancólico e inútil. Los tiempos están cambiando... ¿no ha sido igual siempre? El mundo, el nuestro, transita de una dialéctica pobres-ricos a otra de jóvenes-viejos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios