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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Se trata de la libertad

En el PSOE hay algo más serio que una lógica brecha generacional: la discusión afecta a los principios básicos

Cuando empieza a cuestionarse el mero ejercicio de la libertad es que algo profundo se está agrietando en el edificio de la sociedad. Hace unas semanas Alfonso Guerra dio una entrevista a un venerable periódico británico, The Times, en la que puso palabras bastante duras a los sentimientos que albergan muchos socialistas de la vieja escuela ante la deriva que han tomado las cosas con Pedro Sánchez. El pasado lunes, en este periódico, el ex presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla, en la misma línea, pero con distintos argumentos, no dejaba títere con cabeza y lamentaba que su partido, en el que milita, como Guerra, desde los tiempos de la clandestinidad, se haya convertido en una “partida de arribistas e iletrados regidos por la voluntad torticera, desvergonzada y egoísta” de quien está al mando. A los dos, a Guerra y a Borbolla, se les ha señalado por parte de la dirección socialista en más de una ocasión la puerta de salida. Otra cosa es que la cojan, o no.

Sería absurdo plantear siquiera que el PSOE de 2024 debe parecerse al de 1978 o 1982. Las organizaciones evolucionan al ritmo que marcan los tiempos y los problemas de la socialdemocracia en tiempos de la posverdad y la inteligencia artificial no pueden ser los mismos que cuando la discusión era si había que dejar atrás la pesada mochila del marxismo. Es lógico que los dirigentes de entonces y los de ahora tengan visiones distintas sobre la realidad y los mecanismos para transformarla, que es el objetivo final de cualquier colectivo político.

Pero aquí no se está en ese estadio de discusión, que sería pertinente y hasta sano. En el PSOE lo de menos es si hay una brecha generacional entre los que levantaron el edificio de la Transición y los que ahora tienen que administrar, en circunstancias muy diferentes, ese legado. Lo que se discute es mucho más grave y afecta a los principios básicos. Hay una cierta unanimidad entre los viejos dirigentes en que Pedro Sánchez ha convertido el PSOE que ahora gobierna en una organización monolítica, puesta a su exclusivo servicio para mantenerse en el poder y que ha olvidado los postulados más básicos que lo han movido durante los últimos cuarenta años. Lo que está encima de la mesa es si el PSOE ha dejado de ser lo que fue. Y hay argumentos para ello.

La crítica interna es algo que siempre molesta. Pero coartarla y buscar un pensamiento monolítico no deja de ser una actitud totalitaria que refuerza los argumentos de los que levantan la voz. Se trata de la libertad.

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