El Preludio

Desde el más lejano cafetal, hasta las antiguas oficinas de Correos: la fabricación de los costales

Desde el más lejano cafetal, hasta las antiguas oficinas de Correos: la fabricación de los costales

Desde el más lejano cafetal, hasta las antiguas oficinas de Correos. Por las manos de muchos han pasado previamente los costales que hoy en día solemos ver por las calles. No siempre han sido iguales, pero sí que han tenido la misma metódica: un buen saco, una tela de algodón, y mucha paciencia, esa es la clave para un buen trabajo.

Roberto Ruíz se dedica a la fabricación de costales. Empezó en la pandemia, allá cuando la Semana Santa a pie de calle estaba tan solo en nuestro recuerdo. Un hobby, como el de muchos, pero que ha podido extrapolar a su vida laboral. Y es que, a día de hoy, Rober (como es comúnmente conocido) hace costales más allá de los propios. Ya nos decía Antonio Santiago hace unos días que una de las mejores virtudes de ser costalero son los amigos que se hacen bajo los pasos, y así lo demuestra este joven sevillano que, además de ser los pies del Señor y de la Virgen en Semana Santa con los suyos, es el encargado de vestirles de costalero para que su oficio sea lo más cómodo, adecuado y limpio posible.

"Puedo tardar alrededor de una semana en hacer un costal completo. Es un proceso largo, desde que recibes el saco sin tratar, hasta que das la última puntada’’, comentaba. Tras ver parte de este y pasar una tarde admirando su trabajo, solo podemos decir una cosa: más que largo, es un trabajo de artesanía. Algo parecido al chaleco que tejían nuestras abuelas, o a la labor que se realiza al escuchar, rondadas estas fechas, la máquina de costura en algún taller de flamenca.

Por si no lo sabían, existen varias formas de realizar un costal, "cada maestrillo tiene su librillo", como dice Rober. El, por ejemplo, trata el saco en suavizante y agua una vez le llega. ¿Y qué es tratar el saco, se preguntarán? Si alguna vez han tenido la ocasión de tocar un saco de yute, de trama simple, habrán podido comprobar que es un tacto áspero, algo rígido. Imaginen eso en su cuello y, mejor aún, con los kilos de un paso sobre el mismo. ¿Doloroso, no creen? Es por ello que, con esta mezcla, busca dejar este material más ligero, más suave, haciéndolo más cómodo a la piel y el trabajo del costalero.

"Que se vea el logo del saco o no es mera estética, no aporta nada, pero el mundo del costal también va por modas"  "Antiguamente se usaban paños de cocina para hacerse los costales, a día de hoy ya las técnicas han ido mejorando". Moda, ya han leído la palabra. Un saco de café de Brasil no hará que el soporte sea mejor que uno de Correos pero, quizás a la vista, sea más agradable para quien lo lleva. Como ponerse una camisa de un estampado u otro, cuestión personal.

Tampoco influye la forma de la tela, y mucho menos su procedencia, aunque sí es recomendable que sea de algodón. "Pueden variar las telas, desde blancas, hasta cuadritos, rayas…hace un tiempo pedían telas de lunares y hasta cachemir, pero ya no suelen dejar llevar costales así en apenas ninguna Hermandad". En este caso, una sábana del Hospital San Juan de Dios será la elegida. Una no apta para el uso sanitario, por supuesto. Los costales con telas de algún centro de salud también son muy demandados por quienes los usan. Muchos, por algún recuerdo que les enlace con ellas (nos ponía como ejemplo las sábanas que se usaron en el nacimiento de algún ser querido), otros por la comodidad del material. Infinidad de posibilidades. La forma en la que va cortada es otra cuestión que se basa en el gusto personal. "Yo suelo cortarla en forma de ‘L’, pero no influirá en el trabajo. Tan solo que, a la hora de hacer el costal, se verá una parte u otra". 

Tras un rato charlando y observando como Roberto realizaba su trabajo, le pregunté lo que muchos estarán pensando mientras leen estas líneas " ¿Y entonces, qué es lo que influye a la hora de comodidad?"  La respuesta era fácil: que estuviera bien hecho. Cada minuto de tiempo invertido es primordial para que un costal sea el adecuado para quien vaya a hacer uso de él. Además de esto, una buena morcilla será esencial, e incluso más importante. Por si hay algún rezagado, la morcilla no es más que un cilindro de tela que sirve para darle forma a la parte del cuello del costal y que, así, el peso no caiga directamente sobre el trabajo del costalero. 

Parece sencillo, dicho así suena muy fácil: un saco, una tela, y una morcilla. Fin. Pero, a decir verdad, es una artesanía de mucha pulcritud donde la paciencia y las medidas son esenciales. Cada costal tiene su dueño, cada uno tiene una circunferencia craneal diferente, un largo, un modelo que le guste más o menos. Quizás hay quienes prefieren otro material al yute, o quienes necesiten una morcilla más estrecha. Hay un sinfín de posibilidades. Lo que sí tienen todos en común es una cosa: la devoción, el trabajo y el buen hacer de todos esos hombres que, cada uno con su estilo, nos llevan la Fe durante toda una semana por las calles de Sevilla. 

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